Publicado en la revista "ANACONDA, cultura y arte".
“LA NARANJA MECÁNICA”
para girarla y gritar
“La Naranja Mecánica”, o la mecánica humana,
si fuéramos fieles al sentido del título de la novela de Anthony Burgess que
inspiró este filme, realizado por Stanley Kubrick en
Vemos así que su inicio alerta sobre el tono desaforado de las acciones al mostrar los créditos en rojo. De inmediato se pasa a un azul que se halla emparentado con el color del cielo y que nos coloca de alguna forma en un ambiente de plenitud, deformado, por el soporte agresivo del primer color. Será una plenitud así la que se encargará de ocupar y caracterizar al protagonista del filme. Con este recurso el director de la película une el color con una zona de nuestra cultura emotiva.
Ese protagonista, Alex, rufián joven, es presentado a los espectadores mediante un primer plano, donde luce pestañas postizas en uno de sus ojos y se sirve un vaso de leche. En esta situación que resultaría anómala para cualquiera, él está en equilibrio, ya que lo acompaña la leche, lo materno, que es sinónimo de protección; se encuentra bien en ese micro mundo de agresión… Además, las pestañas postizas representan a la mujer en Alex, es decir, al complemento de su masculinidad; de esa manera él personifica un ser único, la totalidad de la especie humana y por consiguiente tiene las condiciones para convertirse en la máxima autoridad de la banda; se encuentra autorizado para hacer justicia en la sociedad, pero una justicia torcida e impulsiva, acorde con su caracterización visual.
La cámara presenta a la primera víctima de esta lógica, un hombre ebrio, a través de un plano pequeño que lentamente se agranda dirigiéndose hacia atrás para mostrar lo fuerte: la «autoridad», autoproclamada y torcida. Son Alex y sus tres secuaces, quienes aparecen para golpear al borracho porque no gustan de su canto. La cámara ha ido desde lo pequeño y débil, hasta lo grande y fuerte, es decir se ha puesto al servicio de una idea dramática. Los agresores visten de blanco, con lo que tenemos otra vez una representación desde lo cultural para sugerir una pretendida pureza; además lucen sombreros antiguos, como si tuvieran sentimientos caballerescos… Nuevamente la cámara muestra lo pequeño, un macetero con flores ubicado en el techo de un teatro abandonado, para después retroceder lentamente y agrandar el espacio visual dejándonos percibir a unos tipos que se disponen a violar a una mujer, pero la toma continúa agrandándose hasta que aparece la omnipresente «autoridad»: los cuatro de blanco y sombrero; ellos enfrentan y derrotan a los violadores. Debido a la proximidad de la policía no puede conocerse lo que habrían hecho de la mujer, pues tienen que huir… Con una toma cerrada, es decir pequeña, se muestra una vez más el mundo (no el de los rufianes) representado por un escritor. La cámara se dirige a un costado y acrecienta el espacio para registrar a la «autoridad»: los cuatro ingresan a la casa del escritor con el propósito de golpearlo y violar a su mujer. ¿La causa? La «autoridad» no lo revela, como sí ocurrió durante la acción contra el hombre ebrio. Podría deberse tal vez al confort del escritor, quien posee una casa lujosa, con grandes cuadros y decoración sofisticada, además de tener una mujer voluptuosa, situación que resulta muy alejada de la manera con que la historia nos ha mostrado, en ocasiones, a ciertos grandes escritores: viviendo en ambientes lúgubres o pobres, muchas veces solos, sin afecto y con enorme desdén hacia lo material. La «autoridad» ha terminado con el confort de aquel tipo de escritor.
LA «AUTORIDAD» SE PELEA CONSIGO MISMA
Sigamos proyectando la cinta sobre esta
región de análisis con particularidades diferentes y veamos cómo la «autoridad» pasa a ser autoridad: uno
de sus muchachos por no gustarle el canto de una mujer que interpreta a
Beethoven, es golpeado por el jefe Alex, quien profesa admiración por el
músico. Se produce con esto la fisura del grupo, posible solamente por una
desavenencia proveniente de una percepción no visual, sino acústica en este
caso, y de carácter sublime. Queda expuesto el punto álgido de la filosofía del
jefe de la banda: el ser humano podrá siempre ser castigado, sin importar de
quien se trate, a menos que genere arte.
Hay un instinto cruel y enfermizo que les permite a los cuatro ir descubriendo a su manera el mundo y que también es capaz de destrozar manifestaciones vivas, con tal de proteger dicho instinto. Este, que se permite acabar con situaciones con el fin de proteger su causa, tiene un poco de parecido, o mucho, con las grandes guerras provocadas por hombres y naciones a lo largo de la historia para defender intereses cuestionables. Resulta una «autoridad» igual a la de todos lo hombres, y que, a imagen y semejanza de ellos, puede reír y cantar. El grupo funciona perfectamente como parábola del mundo.
Hay resentimiento en la banda por causa del golpe que Alex propinó a uno de sus miembros por el asunto de la percepción musical. Además, Alex va preso por asesinato. Decorados vanguardistas y ultramodernos han ganado presencia en estas partes últimas del filme, envolviendo ambientes habituales, como una representación de la sociedad industrial actual en plena decadencia y asimetría con lo esencial: lo humano… Ya las situaciones no se describen con movimientos que vayan de lo pequeño a lo grande, puesto que con Alex preso la «autoridad» no existe. Hasta aquí la película ha tenido en su trote, una respiración proveniente del universo por el cual se mueve. Otro aliento poseen los sucesos posteriores, la cámara ya no respira a través del tema sino que da la impresión de aspirar a un virtuosismo común en las películas de presupuestos altos. Comprobémoslo: Alex preso y disminuido queda a merced de la autoridad oficial, por lo que podría haberse invertido la línea y mostrarlo como empequeñecido, para luego agrandar la toma hasta dar forma a sus captores: el nuevo poder. Debido a situaciones como esta, ese primer manejo del lenguaje cinematográfico que se encontraba al servicio de una intención dramática cuando existía la «autoridad» (Alex y sus amigos), contrasta. Puede ser que Stanley Kubrick en la primera mitad de la película optara por mostrarse como un artesano singular y que después resolviese que el lenguaje, desde la propuesta doctrinaria de la cámara, debía cambiar, con el fin de caracterizar a Alex como un prisionero común que por alcanzar la libertad es capaz de correr riesgos grandes como el de someterse a un tratamiento que está en proceso de experimentación. Se efectúa entonces con él una especie de lavado de cerebro, el cual no ocasiona que mejore humanamente, sino que, por autosugestión, sienta un inmenso dolor físico cuando intenta hacer daño.
Si giramos un poco el espejo donde se refleja esta película, podemos decir que lo realizado con Alex es una caricatura del mundo superficial donde vivimos, en el que se generan leyes para que se cumplan por miedo al castigo de los estamentos organizados de la sociedad y no por una profunda convicción personal. Alex, funcionando otra vez como parábola de lo creado y regulado. Pero si continuamos girando el espejo, veremos que se trata de una parábola de origen siempre analizado en los espacios organizados donde se estudia lo cultural y social… ¿Dónde radica una inquietud fundamental durante la observación de la segunda parte del filme, es decir desde que Alex va preso? Se debe a que el cineasta en su intento por dibujar las naturalezas individuales, genera la sensación de recurrir a imágenes excesivamente clasificadas… ¿Dónde está su arte, entonces? Diría que en el esfuerzo de Kubrick por iluminar regiones alejadas de su percepción, y a las que accede en su esfuerzo íntimo, a través de la deformación del espacio visual: mucho de la ambientación de la película es de una alteración modelada, como si re-esculpiera los espacios cotidianos, para pretender con esa ruptura, plasmar el misterio y el origen de nuestra convulsión esencial.