Un pedacito
de nube viajando lentamente entre pañales tibios. La madre sujetaba con determinación
el aire para que lo dicho no perdiese ensueño. El padre, de pie, columna
lluviosa, lo sostiene todo.
Para mí, asible, pues a ratos sigo el vagabundeo
de calles imaginadas o en ocasiones, sacudo los brazos: oleaje... Quizás, por
eso, me salpiqué de nube y aguacero. Tuve miedo de asentar la punta de los dedos
en los pañales y, no queriendo alterar su disposición, me dije: “es mejor que, mientras, a su
modo, se marcha la nube con papá y mamá, yo vaya abrazado a ese paseo.”
Y el paseo lo abre todo, cortina corriendo…
Se bañan ahora, mis mares, mis islas, mi
ajetreo.