En el centro estaba una cartera ocupada
parcialmente por un trozo de vidrio que remeda el sitio con labrados íntimos al
detalle: huellas digitales, manchas pequeñas… Un perro, que por alguna razón se
encuentra oculto dentro de las paredes, animado, va hacia la cartera y con el
hocico se adueña del fragmento.
Rasgaba
el aire por donde se moviera.
Suelta el vidrio para acariciar con la
lengua los rasguños, sin embargo se tragó uno.
Con ese añadido ya no podrá volver a la
pared.
Queda prisionero del verbo:
MOVER.