domingo, 17 de enero de 2016

PRENDA AL VIENTO

No era muy grande. Al centro estaba el géiser. Los árboles de capulíes alejándose hacia los costados daban saltos sin que nadie lo notara. Hacia el atardecer las casas delicadamente arrimaban sus mejillas entre sí.
    
     El cementerio: trampolín al vacío.
     O, a veces, una huella en relieve alto.
     De esa forma, mostrándose para mí, aún no sé por qué razón…, tal vez a causa de que por ocasión primera había salido yo en serio de mi país.

     Las mañanas y las tardes, trepando por todas partes, una gran enredadera. Viviendo en la casa grande me gustaba salir a toda hora para contemplar el árbol de agua que, además, era un puntal.

     La noche, siempre hojarasca inmensa. Y la figura, ausente de ella, mano extendida de las estrellas.
     Herlany, ahora… Dónde estás.


     …Colgando de mi memoria como una prenda al viento.