viernes, 3 de julio de 2015

VIENTOS DE MAR

     Atroz el mar, azotando el cuerpo contra vergeles solos, hacía saltar las barcas de ayer.
    
     Aquí…, muy cerca, a la sombra de una palmera alta, las de hoy…
     Yo, el caminar, delante de todo. A veces haciéndolo de costado y, en ocasiones, simplemente sentándome en los silencios de atrás, equivalía, de algún modo, a encajar.
     Y así me salvaba…

     Yo moraba abajo donde todo perdía el nombre y el tono; pero, a ratos, iba para mirar el mar arremeter contra los vergeles solos.

     Desde los balcones…, la soledad mirando el inacabable golpeteo del mar.